El peligro de etiquetar a tus clientes

Hace poco leí un artículo del New York Times en su versión en español, donde se hacía referencia a los “Millennials” a quienes se les había definido básicamente como “los nuevos consumidores”; es decir, individuos con estilos de vida y por consecuencia, gustos muy diferentes a otros grupos demográficos o generacionales.

Según la revista ForbesLa Generación Millennials define a los nacidos entre 1981 y 1995, jóvenes  entre 20 y 35 años que se hicieron adultos con el cambio de milenio (en plena prosperidad económica antes de la crisis). Según el reporte de Tendencias Digitales Conecta tu marca con los millennials, actualmente en Latinoamérica un 30 % de la población es Millennial. Y según una proyección de la consultora Deloitte, en 2025, representarán el 75 % de la fuerza laboral del mundo.

Pero eso no es lo más importante,  sino que al ser individuos “nativos digitales”, “multitarea”, o-MILLENNIALS-o nomófobos (o adictos al celular o la tecnología), appadictos, mas críticos y exigentes que otras generaciones no solo de la calidad de un producto, sino del valor adicional que se le haya aportado; se  sostiene que éstos particulares individuos no pueden ser atendidos ni abordados como en las otras épocas.

Ante ello, New York Times afirma que es mas bien lo contrario, y que es posible abordarles siguiendo sus necesidades subyacentes y sus aspiraciones mas que preferencias de consumo,  patrones de ocio, etc.

El punto estimado lector, aquí, es volver a la pirámide de necesidades y obtener el perfil humano y natural de cada segmento a los que apunte tu negocio. No está bien tener nociones preconcebidas de nada ni de nadie, especialmente sobre mercados, segmentos, nichos, grupo demográfico, etc. Porque no hay un molde para cada uno. Y esto no es nada nuevo.

 Con cada generación aparecen nuevas subculturas, nuevos grupos de interés, segmentos de negocios, y esto continuará con las siguientes generaciónes, por consecuencia, no podemos enfocarnos en un rasgo particular observado a modo de estereotipo de un grupo particular porque estamos apuntando no al centro motor de su comportamiento y desencadenante de sus acciones, sino en el resultado del mismo, y dicho resultado es mayormente, un disfraz o máscara colocada delante del individuo que lo único que busca es quizá “aceptación social” o “reconocimiento”.

 Entonces, al hacerlo a modo de etiqueta en base a ideas preconcebidas pierdes de vista el amplio espectro de potenciales clientes a los que puedes llegar, mientras que en el segundo caso, apuntas a aquello que los motiva lo que resultará en mas posibilidades de idear nuevas y diversas tonalidades de un producto o categoría en grupos de consumo más amplios.

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